¿Por qué el Zen?

¿Por qué empresarios de la talla de Steve Jobs (Apple), Kazuo Inamori (Kyocera), Akio Morita (Sony) y muchos otros estudian y practican el Zen? ¿Por qué los grandes capitanes de negocios mundiales usan las técnicas del Zen, como la Meditación y el Yoga? Son todas personas exitosas, pragmáticas, y que no pueden catalogarse de místicas ni religiosas. ¿Por qué lo hacen? Porque el Zen no es una religión; quizás pueda decirse que es una filosofía de vida. Pero es más que todo eso: es una metodología de pensamiento, es una manera de enfocar y acercarse al análisis de los problemas y a los diseños de sus posibles soluciones. Del Zen nacieron las corrientes modernas de la Calidad (TQM), el método de gestión Kaizen, y con su particular modo de mirar la realidad ha inspirado los movimientos artísticos del minimalismo y el postmodernismo. El mundo de hoy está impregnado de Zen.

Si quisiéramos definir el Zen tendríamos que decir que es mirar y vivir la realidad tal como es, sin preconceptos, sin juzgamientos, sin patrones, sin moldes. Mirarla tal como es. El Zen es intuitivo, construye los modelos mentales a partir del momento presente (el aquí y ahora) y genera las acciones (decisiones, productos) no en base a la razón sino a la intuición profunda, porque el Zen es eso: experiencia, acción, no intelecto ni estudio. Es creación, no desarrollo.

¿Por qué todos esos exitosos estudian y practican el Zen? Porque ellos crean, hacen, transforman, están montados en las ondas del cambio y lo van moldeando de acuerdo a sus visiones. Son personas que no son movidas por la fe, por las creencias y paradigmas, sino por la novedad. El cambio es su paradigma.